Glaucoma: Causas y síntomas

Glaucoma

¿Qué es el glaucoma? Prevención, detección, causas y tratamiento síntomas

El glaucoma es una enfermedad irreversible del nervio óptico, el cual está formado por muchas fibras nerviosas y conectado a la retina. Su función principal es la de enviar señales desde la retina al cerebro, donde éstas serán interpretadas como las imágenes que vemos.

Existen varios tipos de glaucoma, pero la mayoría de ellos encuentran la causa en que el sistema de drenaje del ojo se interrumpe impidiendo que el fluido intraocular pueda drenar. Esto conlleva a un aumento de la presión intraocular que produce daño al nervio óptico provocando la pérdida de visión.

¿Qué le ocurre al ojo?

Cuando el ojo se encuentra en perfectas condiciones, dentro del segmento anterior del ojo circula un líquido que recibe el nombre de humor acuoso. Con el objetivo de mantener una presión normal y constante, el ojo segrega constantemente una cantidad de ese humor acuoso a la vez que una misma cantidad del mismo sale del ojo.

En el caso de padecer glaucoma, ese humor acuoso no se libera fuera del ojo en la cantidad que debería, lo que provoca un aumento de la presión del líquido restante provocando daños a las fibras del nervio óptico.

Cuáles son las causas principales del glaucoma

Las causas del glaucoma incluyen una presión ocular elevada (llamada presión intraocular o PIO) debido a la incapacidad del ojo de drenar líquido de manera eficiente. En este caso, el daño al nervio óptico no responde siempre a un mismo nivel de presión, sino que varía, teniendo cada persona un valor de presión ideal.

Con frecuencia, el glaucoma puede ser causado por otras afecciones o enfermedades oculares como:

- Lesiones en el ojo;

- Inflamación de los ojos;

- Formación de vasos sanguíneos anormales debido a la diabetes o a una obstrucción de los vasos sanguíneos retinianos;

- Ingesta de medicamentos con esteroides (pastillas, gotas, aerosoles);

Tipos de glaucoma y síntomas principales:

Existen diferentes tipos de glaucoma y su clasificación no es excluyente, sino complementaria.

Según su origen, encontramos:

- Primarios: Cuando su causa no es identificable.

- Secundarios: Cuando a través de diferentes hallazgos oculares, puede conocerse la causa responsable.

Según su amplitud angular, destacamos:

Abiertos:

- Glaucoma de ángulo abierto primario (POAG). El problema radica en que el ángulo de drenaje comienza a ser menos eficiente en drenar el líquido, provocando que el líquido no pueda salir del ojo con normalidad y aumentando la presión intraocular.

- Glaucoma de tensión normal (NTG). Como el POAG, puede provocar pérdida de visión de campo por daño en el nervio óptico. En cambio, en este tipo de glaucoma encontramos que la presión intraocular se mantiene en rangos normales. En este caso, el dolor es poco frecuente y el daño permanente al nervio puede ser que no se note hasta la aparición de algún síntoma como es la visión de túnel. Sus causas se desconocen por el momento, aunque muchos profesionales lo relacionan con una mala irrigación sanguínea del nervio óptico. Suele ser frecuente en mujeres y/o personas con enfermedades vasculares.

- Glaucoma pigmentario. Aunque es poco frecuente, se provoca por la obstrucción del ángulo de drenaje del ojo, debido a la liberación de los gránulos de pigmento del epitelio pigmentario del iris, que disminuye la cantidad de fluido que sale del ojo. Al tiempo, se da una respuesta inflamatoria contra el bloqueo del ángulo, lo que perjudica el sistema de drenaje. No suele presentar síntomas, aunque podría aparecer dolor y visión borrosa tras haber ejercitado el ojo. Un grupo de riesgo de este tipo de glaucoma se localiza en hombres caucásicos entre los 30 y 40 años de edad.

- Glaucoma congénito. Se trata de un tipo de glaucoma hereditario, muy poco frecuente, que tiene lugar cuando el sistema de drenaje del ojo no se desarrolla correctamente antes del nacimiento y se desarrolla principalmente en bebés y niños pequeños.

Cerrados: Si el ángulo de drenaje se bloquea totalmente, la presión del ojo se eleva rápidamente, dando como resultado un ataque de glaucoma de ángulo cerrado o estrecho, el cual conlleva dolor en los ojos y la frente, náusea y vómito. Un ataque de glaucoma de ángulo cerrado es una emergencia médica y debe ser tratado inmediatamente.

Ya que se trata de una enfermedad lenta que normalmente no suele presentar ningún síntoma, a veces el no tratarse a tiempo, puede causar ceguera.

¿Existe tratamiento?

Sí, existe. Pero es de vital importancia que el glaucoma se detecte a tiempo, pues su tratamiento no hará que se recupere la visión que ya se haya perdido, sino que simplemente dilatará el progreso de la enfermedad.

El tratamiento principalmente se basa bien en uno de estos o en una combinación:

- Medicamentos. Ya sea en forma de gotas para los ojos o de pastillas, suelen ser siempre el primer paso para tratar el glaucoma. Ciertos medicamentos hacen que el ojo no produzca tanto líquido y otros ayudan al drenaje favoreciendo una bajada de presión del ojo. ayudan a drenar el líquido del ojo bajando así la presión del ojo.

- Cirugía convencional: se realiza nueva apertura para que el líquido pueda salir del ojo.

- Cirugía láser (o trabeculoplastia con láser): facilita el drenaje del líquido del ojo.

¿Cómo se detecta el glaucoma?

Su detección ocurre a través de un examen completo de los ojos que comprende:

-Prueba de agudeza visual

-Prueba del campo visual

-Examen con dilatación de las pupilas

-Tonometría

-Paquimetría

Prevención

En el caso de glaucomas primarios, que pueden tener causa genética, ya que pueden o no manifestarse, es aconsejable un control exhaustivo a los hijos de padres que padezcan glaucoma.

Además, se recomiendan revisiones oftalmológicas anuales en aquellos pacientes con factores predisponentes como son: los diabéticos, hipertensos, usuarios de esteroides, familiares con glaucoma, mayores de 60 años, asiáticos, afro-americanos o personas con lesiones oculares.

Al tratarse de una enfermedad asintomática en sus comienzos, un diagnóstico precoz será fundamental para poder controlar una favorable evolución.

Información sobre seguridad

Las ICL se han diseñado para la corrección/reducción de la miopía en adultos de entre 21 y 60 años con una graduación de entre −0,5 D y −20,0 D con o sin astigmatismo de hasta 6,0 D, y para la corrección/reducción de la hipermetropía en adultos de entre 21 y 45 años con una graduación de entre +0,5 y +16,0 D con o sin astigmatismo de hasta 6,0 D. Para asegurarse de que el cirujano use las ICL que mejor se adapten a su ojo, antes de la intervención refractiva, la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo deberán llevar al menos un año estables. Las ICL mejoran la vista, por lo que no tendrá que usar gafas ni lentes de contacto. No obstante, las ICL no eliminan la necesidad de usar gafas para leer, incluso si no las ha usado antes. Las ICL implican el uso de una intervención refractiva alternativa, como la queratomileusis in situ asistida con láser (LASIK), la queratectomía fotorrefractiva (PRK) y las intervenciones de incisión, o de otros medios de corrección refractiva, como las gafas y las lentes de contacto. La implantación de las ICL se considera intervención quirúrgica y, como tal, implica riesgos posiblemente graves. A continuación, se indican las posibles complicaciones y reacciones adversas asociadas con la cirugía refractiva en general: intervenciones adicionales, desarrollo de cataratas, pérdida de la vista corregida, aumento de la presión intraocular, pérdida de células en la superficie interior de la córnea, conjuntivitis, inflamación aguda de la córnea, inflamación persistente de la córnea, endoftalmitis (infección ocular total), deslumbramientos y/o halos alrededor de las luces, hifema (presencia de sangre en el ojo), hipopión (presencia de pus en el ojo), infección ocular, desplazamiento de la ICL, edema macular, pupila no reactiva, glaucoma de bloqueo pupilar, inflamación ocular grave, iritis, uveítis, pérdida del humor vítreo y trasplante de córnea. Antes de contemplar la posibilidad de usar las ICL, debe someterse a una revisión oftamológica completa y hablar con su oftalmólogo sobre la implantación de ICL, especialmente por lo que respecta a los posibles beneficios, riesgos y complicaciones. Deben hablar también sobre el tiempo necesario para la recuperación tras la intervención.

Referencias

Citas

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*American Refractive Surgery Council